sábado, 14 de mayo de 2011

UN MAL DIA...

Todo el mundo ha tenido un mal día a lo largo de su dilatada vida, quién dice uno, dice miles. Pues bien, hoy es uno de esos malos días para mí. Es un día en el que me cuesta controlar la ira (poderoso sentimiento que consume demasiada energía), miro mal a todo el mundo y cualquier gesto me molesta.


Este es, además, un día peligroso en el que prefiero no tener contacto con nadie, pues mi sinceridad exagerada y sumamente cínica sale a relucir y pienso en voz alta, con lo que eso conlleva: comentarios soeces, pullitas dolorosas y lo peor de todo... los tacos. No puedo completar una frase sin un maravilloso y punzante "gilipollas" o una gráfica y acertada "mierda"...


Eso es lo que peor llevo... El no poder controlarme cuando estoy enfadada, enfadada sin motivo alguno, que eso viene a ser lo más gracioso del tema.


Me trinco unos cabreos monumentales sin motivo aparente, claro que, si ustedes llevaran más de 15 años durmiendo apenas 4 horas cada noche... ya me dirán si tienen o no motivos para ir por la calle con el ceño fruncido y belfo levantado.


Es en dias como estos cuando me apetece mortificar a la gente. Sí, han leido bien, soy una provocadora, me encanta buscar conflictos dialécticos para poder tener la oportunidad de escupir sapos y culebras por esta boquita. Pero mi Jekyll le dice a mi Hide que se reprima un poquito, y al final voy por la calle evitando todo contacto con las personas.


Recuerdo una anécdota que me ocurrió hace ya muchos años. Sabemos que el pensamiento es mas veloz que la palabra, y yo tengo la extraña costumbre de creer que cuando pienso en algo, ésto se manifiesta en una especie de bocadillo con forma de nube que sale de mi cabeza y la gente puede averigüar como me siento igual que si leyera un cómic. Además, a veces no concluyo las frases y me hago un lio entre lo que pienso y lo que quiero decir... En fín, a lo que iba. Cierto día andando por la calle (las peligrosas calles de donde vivo donde los coches no respetan las señales ni los pasos de cebra), me disponía, en un mal día, a cruzar por uno de estos pasos de peatones. Nada más poner el pie en la primera rayita blanca oigo un frenazo. Un señor que iba mirando para los celajes no me vio la intención de cruzar y tuvo que estrenar su ABS. Me quedo petrificada, acojonada, con el corazón latiéndome a 180 pulsaciones. El señor, no contento con haberme pegado un susto que casi me meo en los pantalones, me toca la bocina, me insulta y me anima verbal y gestualmente a que me quite de en medio. ¡¡PERO QUE COÑO SE CREE!! En ese preciso instante empezó a subirme un fuego por los pies y cuando llegó a mi cara, me encendí. Me encendí literalmente, me puse roja de rabia, resoplé y me planté delante de su coche con los brazos en jarras y la boca abierta, incapaz de decir nada. Y así me quedé durante al menos 10 segundos, mientras se iban sucediendo las pitadas de los otros vehículos que no podían reanudar su tráfico porque una petarda con su perrita se había quedado de piedra en medio del paso de cebra. ¡Já, tócate la peineta! Cuando pude reaccionar, cogí aire como si fuera a levantar 700 kilos de peso, levanté la cabeza, abrí la boca y @#*! buarrrrrrrrggggg.... Escupí toda clase de improperios como si fuera un camionero, tan alto y con tanta mala hostia que el señor que me pitaba quitó la mano de la bocina y cerró la ventanilla. Dio marcha atrás como pudo, maniobró para rodearme mientras yo seguía con la mano en alto acordándome de toda su bendita familia.

Si amigos... la ira es un sentimiento muy poderoso... Así que, si un día ven a una preciosa joven acompañada de una labradora beige a punto de cruzar un paso de cebra, dadle paso, que desde ese día llevo en el bolso unas maravillosas bolitas de plomo que, lanzadas con destreza, podrían dejarle sin luna trasera.

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