miércoles, 30 de marzo de 2011


EOLO Y LA MADRE QUE LO PARIÓ...


¿Hay algo peor que salir a pasear un día ventoso? Pues sí, salir a pasear un día de viento con tu perra que es de un tamaño considerable, con los auriculares medio sueltos del MP3, el pelo que no puedes domar ni con coletero y además, encontrarte cada 3 pasos con alguien conocido y tener que pararte a saludarlo.

Esta mañana, pensé (maldita la hora) que después de trabajar un poco, saldría a pasear con mi perrita, a pesar del viento, que, donde yo vivo, es algo muy normal. De todas formas tenía que salir a hacer unos recados así que cogí mi bolsito del paseo, mi teléfono con el que escucho música, me hice una coleta, preparé a mi perrita con el contrapeso en la patita (una larga historia que ya contaré en otra ocasión) y salí dispuesta a pasar una hora andando.

Nada más salir a la calle tuve que correr detrás del bolso porque una ráfaga de viento me lo arrancó literalmente de las manos. Mientras corría tiraba de la correa de Gara, así que ella ínterpretó: "Yujuuuuu, hoy toca a trotar" y echó a correr como una loca arrastrando de mí que me había parado a coger el bolso de la acera. ¡Raaaaaaaassss! Tirón de la correa, Gara se para en seco y mi codo cruje. Primer altercado. Tranquila... todavía quedan 59 minutos de plácida caminata.

Me repongo como puedo, vuelvo a hacerme la coleta, me coloco el bolso en bandolera, me pongo los auriculares y empiezo a andar. Antes de cruzar la esquina los auriculares han salido volando por el viento, es imposible mantenerlos en su sitio... y de todas formas con la escandalera del aire no me entero de la música, asi que mejor, me los quito. Se me hará larga la caminata sin música, pero bueno...

Vuelvo a recogerme el pelo, parezco una loca toda despeinada.

Seguimos andando y nos encontramos a unos amiguetes caninos de Gara, así que toca pararse y saludar. Saludar es un decir, porque me paso todo el rato en una especie de danza africana saltando para evitar la correa de los perros y moviendo las manos para desenredar a Gara.

Después de esos minutos de espectáculo, seguimos andando.

Toca hacer recados. Así que "aparco" a la "chucha" en la puerta de la panadería y entro a por mi exquisito pan de muesli (una delicia). Al salir, la "catadora oficial de todo lo que compro" se niega a moverse hasta que no le de un trozo de pan. Como no accedo a sus peticiones, la señoritinga empieza a saltar y a montar el espectáculo. Con lo que se le cae el contrapeso, lo coge con la boca y lo lanza a 5 metros de donde estamos. Le riño. Pasa de mí. Voy a buscar el contrapeso. Me agacho a recogerlo, se me vuelve a caer el bolso con el pan dentro, pesa poco, pero el viento lo arrastra. Gara ladra, voy a donde la he dejado atada, la suelto y corremos como locas a por el bolso. Me paro en seco, tirón de correa y ¡¡Raaaaaaaaassss!! mi codo vuelve a crujir. Segundo altercado.

Trato de mirar a ver si alguien se ha percatado del incidente. Y sí, justo al otro lado de la calle hay unos operarios que me miran desconcertados.

Le riño a la perra, le pongo el contrapeso, me coloco el bolso, le doy un trozo de pan, me recojo el pelo (otra vez) y seguimos con el paseo.

A lo lejos me parece divisar a alguien conocido, pero no acierto a ver con claridad, he salido con las gafas en vez de con las lentillas y veo menos que Rompetechos. La sospecha se confirma cuando Gara vuelve a tirar de la correa para saludar a una señora que conocemos, que es muy maja, pero muuuuuuuuuuuuy pesada. ¡Diosssss! Esperando que tuviera la misma prisa que yo, la saludé. Hablamos cinco minutos, durante los cuales tuve que estar tooooooooodo el rato controlando que Gara no saltara, colocándome el bolso, apartándome el pelo de la cara... ¡Joer, que cansino!

Seguimos andando durante un buen rato, repitiendo siempre los mismos gestos: sujetar perra, colocar pelo, colocar bolso, subir gafas.

Una tremenda odisea. Al volver a casa, me encuentro con una amiga que hacía tiempo que no veía. Toda una sorpresa porque además va acompañada de un chico muy guapete (su nuevo novio). Y yo hecha una auténtica piltrafa. Toda despelusada, con las gafas torcidas, cargada de cosas... Levanto la mano para saludarla y ¡¡¡PLASSSSSSSSSS!!! una bolsa perdida en una ráfaga de viento se me enreda en la cabeza... ¡Increible!. Grito, Gara salta pensando que es un juego, mi amiga no para de reirse, su novio también, yo me agobio, no puedo quitarme la bolsa... ¡¡¡ARRRRGGGGGGHHH!!! Mecagoenelviento... Cuando por fin logro deshacerme la maldita bolsa (que bien ha hecho el Carrefour al quitarlas, coño), me miro en un escaparate y la escena es para echarse a llorar. El pelo, un desastre, las gafas semicaidas, la cara llena de tierra... Saludo estoicamente a mi amiga y salgo por patas.

El último trayecto del paseo lo hice corriendo como una loca. Solo quería llegar a casa, cerrar la puerta y olvidarme de Eolo y la madre que lo parió.

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